ABRINDO NOVO ESPACIO



A nosa gratitude a Mon Gomez Buhigas pola sua colaboura cada vez que a solicitamos. As suas vivencias e lembranzas de neno dan apertura a o espacio.
O FAIADO DA MEMORIA.

Eran tempos de pouco trafico por Rosalia de Castro. Tempos nos que o paraíso tiña nome de pobo e de ria. Escapabamos de modo urbanita para roubar anacos de memoria e eternidade nos areales e no mar da Praia da Concha, para morder chocolate enchoupado co sal da marea. Nadie había que non fora delicioso, naqueles días de estio e nenez. Chegaban os nosos vecinos que viñan de Francia, de Santiago, de tanta e tanta xente, do noso pobo que viña de Madrid, co seu maravilloso acento da nos ria totalmente indemne ós anos que pasaban fora. De áquela eran tempos de pouco trafico, é alén da capela de San Xosé non había pavimento, só terra. Presidia aquel escenario o abeto da casa de Marita e Telmo, é a sombra de anxo de unha muller, Julia, a filla que chegaba cada ano de Madrid é que con paciencia infinita me aprendeu a andar naquela pequena bicicleta de rodas cativas e brancas na que non sei cantos nenos soubemos por primeira vez pedalear, sen a axuda de incomodos mecanismos complementarios que baixaban dramáticamente a reputación da pericia ciclista de quen os portaban. Foi primeiro na seguridade e na hospitalidade de aquel xardin que recendia a xelea de mazá saida hai nada da cociña. Despois na terra ainda non estragada. É asi ficou Julia para sempre na miña memoria.co recendo das claudias, das mazás, de todalas froitas do seu xardin, co seu sorriso eterno, que algún deus que eu non coñezo, seguro que envexaba porqué o levou moi cedo. Demasiado cedo.
Mon G. Buhigas

Querido Mon: La verdad es que no sé por dónde empezar. Nuestra común amiga Teresa Bouzada Gil me ha hecho llegar tus palabras sobre mi madre. Cuando lo leí se me saltaron las lágrimas, mientras oía en mi cabeza la voz de mi madre rosmándome “no seas choromicas”. A mi edad lo sigo siendo. Lo confieso.
Todos tus recuerdos son compartidos, éramos una gran familia. Pasábamos de una casa otra sintiendo que era la una la extensión de la otra. Para ir a la playa entrabamos en casa del “tío Moncho” (sin llamar, por supuesto) y allí nos encontrábamos. Cruzábamos por casa de los Pérez a recoger a Javier, para acabar todos en el jardín de Cachumbala, donde ya estaban los Viqueria, Bouzada, Comendador, Redondo, Jaureguizar y muchos más… toda la pandilla.
En tu casa recuerdo estar en tu habitación oyendo discos de los Beatles. Sin parar, como una adicción. Tú me enseñabas las letras de sus canciones. Letras que todavía me sé de memoria.
En casa de mis abuelos estábamos por las mañanas o al volver de la playa. Llegábamos con un hambre atroz y siempre había algún dulce preparado por mi abuela Marita: desde la increíble jalea de manzana a un queique recién hecho.
En la bici en cuestión, que había sido de mi primo Pepe, aprendimos en el jardín de casa a montar todos los primos Álvarez. Eso lo digo con certeza, pero creo que también la mitad de los niños de Rosalía de Castro.
Yo recuerdo con muchísimo cariño las cenas a la que nos llevaban tus padres a Loliña, nos poníamos morados; también los paseos en la dorna Nai que tu padre capitaneaba con gran pericia. La primera vez que recuerdo haberme bañado sin hacer pie fue tirándonos de la dorna sin preocuparme por nada más que divertirme. También aprendí a agacharme para que la botavara no me diera en la cabeza en algún viraje (ay, estos de Madrid no se enteran).
Me has traído a la memoria imágenes, olores y sabores. Todos a la vez. Eso no es fácil de conseguir. También me ha venido una mezcla de nostalgia por lo vivido y alegría por lo disfrutado.
Ahora me toca hablar de lo que más me ha tocado de tus palabras. Mi madre. Todos pensamos que tenemos o tuvimos una madre especial. Yo no lo pienso, estoy más que convencido. Toda la gente que la conoció lo sigue diciendo treinta y seis años después de que se fuera. Era cariñosa, inteligente, fuerte, alegre, sociable, pero también estricta con la educación y los estudios. Un ejemplo a seguir para muchos, entre otros yo mismo. Que era especial no hay más que echar un vistazo a su trayectoria vital: estudió una carrera que en aquel momento era de hombres, sacó una oposición dura y difícil en la que escaseaban las mujeres, se vino sola a vivir a Madrid a finales de los años cincuenta con lo que ello suponía; todo lo hizo con esfuerzo, alegría y, sobre todo, con una enorme naturalidad. El destino o ese dios envidioso al que haces referencia quiso que estuviera a su lado demasiado pronto. Demasiado. Demasiado pronto.
Te agradezco en nombre de mi hermano Coque, de mis sobrinos que la adoran sin haberla conocido y, por supuesto, en mi nombre estas palabras. Un agradecimiento de corazón. Moitas grazas, querido Mon.

Comentario por Pedro Sánchez


Deixa unha resposta

O teu enderezo electrónico non se publicará Os campos obrigatorios están marcados con *